lunes, 10 de septiembre de 2007

¿QuiÉn Era SóCraTeS?- BiOGrAFíA


Sócrates
Fundador de la filosofía ática, nació hacia el año 469 a. de J.C., procedente de una familia humilde perteneciente al demo de Alopece. Su madures coincidió con el gobierno de Perícles, época conocida como el siglo de oro de Grecia. Atraídos por el esplendor de Atenas, acudían a ella los personajes más eminentes de la Hélade, llegaban de todas las regiones de la península, se reunían en el ágora de la ciudad, que era el lugar de los grandes foros. Allí hacían demostración de sabiduría, les llamaban, los sofistas. Sócrates se acercaba a ellos para aprender de su ciencia, sin embargo, persuadido de que más bien la negaban, estudió la dialéctica para combatirlos con sus propias armas.

La juventud dorada de Atenas sentía gran atracción por aquellos sofistas que impresionaban al publico con sus actitudes teatrales. Se vestían con largo manto de púrpura, como los antiguos rapsodas, y se presentaban en publico, no para recitar los poemas homéricos, sino para lucir su destreza en la retórica, como elocuentes oradores que podían defender o refutar cualquier cosa, con la misma habilidad, mala o buena que fuese, Su arte y su doctrina la enseñaban a los jóvenes mediante un salario, y llegaban a reunir de este modo una envidiable fortuna.

Los mas renombrados fueron: Gorgias de Leontino, en Sicilia, Protágora de Abdera,. Pródico de Geos, Hippias etc. Jactabanse de poseer conocimientos universales, y discutían capciosamente sobre las cuestiones mas opuestas, pretendiendo que acerca de cualquier problema podía sostenerse el pro y el contra, lo justo o injusto, y acabando por negar la existencia de verdades universales, así en los dominios de la teoría como en los de la practica.

Sócrates, en cambio, no pretendía divulgar ninguna doctrina en especial, por que, según afirmaba insistentemente, lo, único que sabía, era que no sabía nada. Su divisa reproducía la máxima "conócete a ti mismo", inscrita en el frontón del templo de Delfos, en la cual resumió la finalidad fundamental de los estudios filosóficos, es decir, la naturaleza de la virtud y el vicio, el modo conducente a lograr la fuerza del carácter, el dominio de sí, la justicia para con los semejantes y la piedad hacia los Dioses.

Nuestro filosofo, que no escribió nada, daba sus enseñanzas paseándose por la plaza publica; trabando conversación con la gente, ponía en juego la ironía, que fingiendo ignorar, interrogaba. Así como la mayéutica o arte de llevar a sus interlocutores a dar por si mismo con la verdad. En sus conversaciones, mas bien que transmitir una verdad, insita a sus discípulos a que indaguen por si mismo, y que en sus reflexiones, aprendan a buscar el camino de la investigación y de la exactitud, si es que esta ultima existiera como verdad absoluta.

Así, pues, lo que propiamente constituye la enseñanza socrática es el aprendizaje de un método para buscar la verdad, y su preocupación, es la formación moral del ciudadano. Cree que no hay malos a sabiendas, es decir, que quienes obran mal lo hacen creyendo que es el bien. De aquí que Sócrates considere indispensable la sabiduría para adquirir la virtud. Su misión fue servir de conciencia a la ciudad de Atenas para descubrirles sus vicios e incitarla a la virtud. Se compara con ello con un jinete que espolea a su cabalgadura para hacerlas marchar por el buen camino. Sin embargo, los hombres no gustan de que se les diga la verdad, cuando esta es desagradable.

Sócrates se conquistó con su actitud, entre las almas ruines de sus compatriotas. Odios y enemistades que, a la postre fueron el motivo fundamental de su condenación. En efecto, acusado de haber introducido en su patria Dioses nuevos y señalado por sus detractores como corruptor de la juventud, fue enjuiciado y condenado a beber la cicuta, -brebaje venenoso que utilizaban los atenienses para ejecutar a los sentenciados a muerte- después de defenderse en su apología, escrita por Platón y en los últimos momentos de Sócrates, narrados por su discípulo mas ilustre Fedón.

El pensamiento Socrático, que tan profunda influencia a ejercido en la filosofía de todos los tiempos, nos es conocido gracias a las obras de Platón y algunos de los escritores de Jenofontes, particularmente los memorables o conversaciones con su maestro, en la que este es presentado como un ciudadano probo y piadoso; La apología, destinada a demostrar la inocencia del filosofo Ateniense y El banquete, relato de una comida durante la cual expone Sócrates su teoría acerca del amor.


SÓCRATES: HORAS ANTES DE SU MUERTE

Empieza el alba, la nave de Delos llegaba. Fedón el discípulo más ilustre y querido de Sócrates, fue el primero en llegar al ágora de Atenas, punto de reunión de los condiscípulos para despedir en la cárcel, quien fuera en ese momento, su gran maestro, y poder estar con el en su ultimo día de vida terrenal. Uno por uno van llegando con la tristeza de saber que verán por ultima vez a su filosofo. El bueno de Apolodoro, Critóbulo y su padre el rico y generoso Critón, Hermógenes y Epígenes; el cínico Antístenes, que tanto aprenderá en ese día; Ctesipo y Menéxeno; Simias , Cebes y Fedondas, los tres tebanos; Euclides y Terpsión; megarenses ambos, el primero creador de esa escuela que sirvió de cenáculo a los socráticos en el momento de miedo y cobardía que siguió a la muerte del maestro. Todos están allí. Faltan tal vez algunos cobardes, y Platón está enfermo y no ha podido acudir.

Lo encuentran como era ya una costumbre, sentado en el habitáculo de la prisión, pero esta vez estaba desatado pues en su ultimo día, el reo recibe consideraciones especiales. Se frota las piernas, adoloridas por las cadenas que ha soportado en la prisión todo el tiempo en espera de la ejecución de la sentencia

Su mujer Xantipa, sentada junto a él, prorrumpe en gritos al ver entrar a cada uno de sus amigos. Son esos gritos que en los países latinoamericanos se oyen siempre, sin ningún pudor, en los entierros: ¡Ay, Sócrates, que es la última vez que habláis! ¡Ay, que por última vez ves a tus amigos!

Sócrates no puede sufrirlo más y le ruega a Critón,- que como hombre rico que era se habría hecho acompañar de sus esclavos-, que se llevasen a la infeliz Xantipa, la cual tenía: nos dice Platón, a su hijo más pequeño en brazos. Hay que observar que esta conducta no era entonces tan dura como nos parece a nosotros, ya que la mujer distaba de estar a la misma altura social que el marido, y, por otra parte, bastaba con que los amigos llegasen para que la mujer desapareciera, conforme a las costumbres de los atenienses.
Sócrates se incorporó en su asiento, apoyó los pies en el suelo y mirando con estima y afectividad a sus discípulos empieza su acostumbrada conversación y doctrinaje. Esta actitud del maestro, muy común en el, y en este caso se trataba nada menos de no confundir la buena disposición que el tenía para el encuentro de la muerte con el suicidio. No en vano Sócrates moría en un punto en que el despego del vivir podía convertirse en una peligrosa epidemia. Era necesario llenar la vida de espontaneidad religiosa, para que no venciese la muerte.
Es probablemente el Sócrates histórico el que en nombre de la religión tradicional se opone al misterio que dice que el cuerpo es una cárcel o tumba del alma, y que lo mejor que podemos hacer es huir de ella y buscar la verdadera resurrección y libertad. Es ética tradicional, vieja religión, lo que Sócrates en Platón toma del pitagorismo y enarbola como razón suprema. –Lo Dioses - dice - son nuestros amos; nosotros somos tan suyos como si fuéramos su rebaño y ellos nuestros pastores. No podemos, pues, disponer de nosotros mismos ni hacernos daño-.
Era en la religión heredada, donde Sócrates buscaba la razón suprema para resistir a la desesperación que iba a invadir el alma antigua. Y esto, sin dejar de afirmar, desconcertadamente, que el filósofo debe acudir gozoso a la muerte. Sus discípulos no comprenden todavía bien las dos cosas: si la muerte es deseable, ¿por qué no- buscarla? si no lo es, ¿cómo se explica la serenidad ante ella?
Sócrates estaba aquí, como en todo lo demás de su vida, en un equilibrio tan difícil, que resultaba incomprensible aun para sus más fieles discípulos. En el fondo, su filosofía consistía esencialmente en ese desprecio del instinto que nos liga desesperadamente a la vida.

Platón sabía que había que buscar para Sócrates una razón en su sacrificio, y creyó que lo mejor era fundamentar su serenidad en la fe en la inmortalidad y en la providencia de los Dioses. Pero, en realidad, Sócrates no necesitaba esta fe para correr hacia la muerte. Es este uno de los momentos más extraños en los últimos días de Sócrates. .
Sócrates se exalta. Critón le dice de parte del verdugo que no se excite en la conversación pues si se acalora, el veneno tardará más en hacer efecto. «No le hagáis caso -dice Sócrates-, que se ocupe de su menester y que prepare lo que haga falta, aunque sea ración doble y aún triple »
No es precisamente con base en creencias con lo que Sócrates corre hacia la muerte, sino privado por el cultivo de la filosofía del instinto que se agarra a la vida. «Los que cultivan bien la filosofía -dice- , los demás no se dan cuenta de que lo único que cultivan es la muerte.»
La filosofía socrática se nos descubre en estos momentos últimos como una verdadera preparación para la muerte. Todo lo que la filosofía socrática tiene aparentemente de vulgar se convierte en cosa sublime y extrahumana. Tanto que, acentuando mucho lo que se había iniciado en Pitágoras y en los misterios, y en general en las doctrinas helénicas de inmortalidad, el alma queda separada del cuerpo.

No cabe duda que este aspecto de Sócrates fue Platón el que mejor lo comprendió y el que supo recogerlo como herencia. La filosofía se convierte así en una sublimación de la corriente religiosa purificatoria, se hace la purificadora por excelencia, la que por anticipado, mientras Dios llega a liberarlo, nos purifica del contacto con el cuerpo. En lo que no consiste esta pureza es precisamente en la verdad, con lo que la doctrina tiene un sello intelectualista que revela su origen socrático.

Cuando le preguntan acerca del entierro, Sócrates dice una frase alada como una flecha: «Como queráis, que no me escaparé de vuestras manos.» Los discípulos sienten crecer su asombro. Sócrates habla de sus funerales con una calma y una naturalidad que están bien lejanas de los lamentos de los héroes homéricos.

Cuando se acerca el momento supremo, no podemos menos de seguir literalmente a Platón- Fedón-59 ss -Podrá, haber una poetización, lograda, como las estatuas antiguas, suprimiendo detalles individuales, o añadiendo por el contrario rasgos de valor general. Pero cuando la poesía se ha convertido sustancialmente en realidad, cuando es una escena poética donde se ha conservado un hecho, mientras que la realidad y los hombres mismos se han convertido en polvo, la crítica histórica se convierte en una nimiedad, en una impertinente exigencia.

Referencias:
http://www.monografias.com/trabajos13/socrats/socrats.shtml
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/fotos/socrates.jpg

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